lunes, 31 de marzo de 2008

¿Qué Hacer?


¿Qué Hacer?

Una Respuesta a Víctor Vallejo Riveroll



Para Alma Verónica, porque su voz aun trasciende.


Don Víctor, le saludo desde este espacio que es la palabra escrita, esa que fija las ideas y las hace compartibles y discutibles. La palabra no es neutral, y este ensayo no pretende serlo. Usted plantea una pregunta clave, porque es una invitación a la praxis. Pero no hay praxis sin teoría, sin dialéctica; así que antes de contestar a esta pregunta tan leninista, creo que usted debe saber donde estoy parado teóricamente, cual es mi perspectiva sobre la realidad. Creo que en el fondo, y aunque usted no lo haya notado, este es un debate entre una visión parada desde la modernidad y otra, la mía, cuya perspectiva es postmoderna. No pretendo dar aquí una teorización amplia de tales conceptos, sólo le diré que, dentro del discurso filosófico de la modernidad, el sujeto, la razón y el mercado son los ejes centrales sobre los cuáles se construye las definiciones del mundo y de la vida. Pero en la condición actual, el sujeto ha quedado desplazado por un suprasistema que existe por encima del sujeto moderno y cuya lógica es excluyente, porque no requiere de la humanidad para existir. Así que, desaparecido el gran sujeto (la concepción de una humanidad occidental y única) y la razón (El discurso explicativo y de control clásico) ahora nos encontramos con una suerte de diversas identidades, de pequeños yo, que conforman una multitud disímbola y que sustituyen el gran metarrelato de la historia, por microrrelatos y por razones y hasta sin razones diferenciadas; y estas diferencias sólo pueden establecer diálogos, pero reconociendo la diferencia del otro, por lo que no podemos hablar de suprasoluciones, sino de múltiples soluciones y resistencias.

Esto es importante, porque a la pregunta ¿Qué hacer? la respuesta no puede ser única, ni aplicable a todas las circunstancias y procesos. Y su solución no puede ser impuesta a otros. Durante mucho tiempo, ese amasijo que llamamos izquierda pretendió imponer una sola posibilidad de solución a la problemática de la dominación, pero fue excluyente y por eso inoperativa. Así, el marxismo tradicional tuvo como eje de transformación a partir de la clase obrera; el maoísmo, la revolución desde el campesinado; pero tales perspectivas chocaron una y otra vez con la realidad mexicana, no porque la crítica al discurso y dominación capitalista fuera errado, sino porque la verdad de sus proposiciones no fue construida a partir de los actores a los que iba dirigido. La izquierda revolucionaria, centrada en el foquismo, creyó que bastaba prender la mecha para que el pueblo se sumara.

Desde los años sesenta hubo tres corrientes de izquierda en el país:

La primera que creía que incorporándose a los procesos electorales podría servir de contrapeso a los grupos hegemónicos, dejaría de ser perseguida y crearía cuadros de liderazgo que le llevarían al poder presidencial y desde allí transformaría al país, aplicando reformas y consensos. Esa izquierda se olvidó de que los procesos electorales de la gran burguesía sólo tienen el propósito de fragmentar la resistencia, cooptar y corromper los cuadros de liderazgo y finalmente legitimar el sistema de dominación. Así que esta izquierda se hizo funcional al sistema y deudora de él. Por ello, tal izquierda no puede pretender la transformación radical, porque terminará muriendo con la misma.

La segunda, derivada de la represión estudiantil en el sesenta y ocho, se amalgamó con los restos de las guerrillas de principios de la misma década para organizar lo que se denominó la lucha popular prolongada. Pero la misma se quedó huérfana con la caída del muro de Berlín y el fracaso del comunismo soviético. Seguidora del guevarismo tradicional, no pudo arraigar entre las comunidades, que lo vieron como algo exógeno.

La tercera es una derivación de la anterior, con una diferencia. Esta izquierda no llegó a las comunidades tratando de imponer un proyecto revolucionario, sino haciendo la misma pregunta que usted plantea: ¿Qué hacer? Y con base en lo que demandaron tales comunidades, construyeron con ellas un proyecto y estrategias de solución. No imponiendo su propia visión del mundo, es como lograron tener éxito, Y así surgió otra modalidad de plantear la transformación de la realidad frente al sistema, si el sistema nos excluye, excluyámosle y construyamos otro mundo donde no seamos excluidos. No se trató ya de reformar al sistema desde dentro, ni de tratar de destruirlo o minarlo, sino de hacer otro mundo, independiente del sistema.

Y cuando esta misma izquierda trata de vincularse con la sociedad civil, no va diciendo: “Mira: este es el camino hacia la revolución y el cambio, esta es la vía de solución verdadera y correcta, esta es la receta”; sino que va y vuelve a preguntar ¿Qué hacemos? ¿Cual es tu realidad? ¿Qé te ha funcionado? ¿Cómo has resistido? Eso es el caminar preguntando.

También se trata de la recuperación de las palabras, o más exactamente del sentido de las palabras. Verá, el sistema actual a satanizado las palabras que evocan resistencia y lucha y ha disfrazado aquellas que en realidad significan dominación y exclusión. A la lucha revolucionaria se le llama “terrorismo”, “izquierda trasnochada” “delincuencia”. Palabras como socialismo, comunismo y revolución están tan mal vistas que muchos de los que se dicen de izquierda reniegan de las mismas y nadie quiere ser tachado de socialista y mucho menos de comunista. Ya no nos hablan de capitalismo, ahora se le dice en el peor de los casos neoliberalismo, ya no se dice explotación del trabajador, sino productividad y rendimiento, ya no se dice robo del patrimonio nacional, sino privatización, ya no se habla de fraude electoral, sino transición y normalidad democrática, ya no se dice latifundismo, sino regularización de la tierra.

Así, que debemos explicar el capitalismo, a partir de llamarlo con su nombre, Y debemos comprender algo: El capitalismo actual es otra palabra para decir guerra. Su permanencia como sistema de dominación depende de ella, porque es la única manera en que puede controlar, explotar, apropiarse y reprimir. Es su forma particular de discriminación. Eso que llaman neoliberalismo hace la guerra a la humanidad, por eso no se le puede resistir sólo con movilizaciones y movimientos pacíficos, porque el capitalismo no es paz. El capitalismo actual, no sólo funciona a base de abaratar los costos de producción, o en el aumento de precios que matan a quien no puede comprarlos, sino sobre todo a partir de la colonización, eso que eufenísticamente llaman “apertura de mercados”. Pero la colonización capitalista ya no se limita a la conquista de territorios y bienes, sino que va más allá: mercantiliza todo espacio de vida, esto incluye nuestros códigos genéticos, la cadena alimentaria, la producción del conocimiento, los saberes y experiencias propias de la actividad humana y todos aquellos elementos de la naturaleza indispensables para nuestra subsistencia . De allí que cualquiera que esté entre el camino del gran capital y su guerra de colonización es su enemigo. Por ello la defensa de la tierra y sus recursos es parte central de la resistencia y es el principal escenario de guerra. De allí que cuando hablemos, por ejemplo de la migración, debemos empezar a verla como cuando observamos el desplazamiento de los pueblos palestinos, kurdos, iraquíes o africanos, porque la fenomenología es la misma

Pero un error ha sido creer en las versiones del fin del mundo que nos dicen que el capitalismo está en crisis y por colapsarse. Todas las grandes crisis del capitalismo, solo han sido una redistribución de la propiedad privada, ya sea como transferencias del erario estatal al privado, o bien como apropiación de los bienes de la pequeña y mediana burguesía que se ven desplazados de sus sitios y su falsa seguridad. Toda crisis capitalista al final ha terminado haciendo más ricos a los ricos y generando más pobres. Sólo se puede destruir a este sistema, si los movimientos sociales que le enfrentan atacan al corazón del mismo: la propiedad privada de los medios de producción e intelectuales. Cualquier movimiento que se presente como antisistémico, pero que renuncie a combatir la propiedad privada, terminará concertando con las grandes corporaciones. No podemos hablar de reformas al sistema o aspirar a mejorar el mismo. No funcionan las resistencias locales que se enfoquen a una problemática particular, ya sea electoral, económica, agraria, etc. sino las que van dirigidas contra el sistema en su totalidad. El reformismo es el medicamento que permite la sobrevivencia de la dominación. Cada remiendo, le da vitalidad y convalidación. Pero para ello es necesario romper con el mito de que los cambios radicales son imposibles, de que son inviables los movimientos antisistémicos, de que no se puede erradicar al sistema. Ello implica un cambio de visión estratégica: Si ha de haber una gran transformación, la misma no puede venir desde las mismas élites, ni con acciones épicas o grandilocuentes, no podemos esperar que el cambio venga de las grandes concentraciones, de los zócalos llenos, de la rabia del momento; sino a partir de la conformación de grupos y organizaciones constituidos como una red de redes, que, al compartir sus experiencias de resistencia y de lucha construyan otra forma de hacer la política, otra forma de concebir al país, otro mundo.

Pero lo anterior, sólo es posible cuando reconocemos y respetamos al otro, de la aceptación de la diferencia, de abandonar el discurso de la normalidad y la uniformidad. No podemos ir con el otro y decirle: Mira esta es la solución liberadora, sino ¿Cómo concibes tú tu liberación, a que llamas tú ser libre? ¿Qué te hace diferente a los demás? Es deshacernos de los prejuicios y las etiquetas que hacen al otro menos humano. ¿O son menos humanos los homosexuales, las lesbianas, y los transgéneros? ¿son menos ciudadanos los indígenas y las mujeres? ¿Son acaso menos sabios los analfabetas? Un grave error estratégico ha sido considerar nuestra perspectiva como la correcta y normal, así se ha intentado normalizar a los homosexuales, emancipar a las mujeres desde nuestra propia visión de lo que es eso sin preguntarles si esa es la liberación a la que aspiran, hemos querido educar desde nuestra cultura, colonizando el mundo del otro. Se ha creído liberar a los indígenas desde la perspectiva occidental. Pero todas esas estrategias de normalización pasan finalmente por la destrucción del otro. Nosotros planteamos que es a partir del reconocimiento de la diferencia y de la identidad del otro como se puede establecer un diálogo liberador y constructivo.

También es necesario cuestionarnos la funcionalidad del asistencialismo y la solidaridad empresarial. El capitalismo nos quiere hacer creer que toda catástrofe climática, es consecuencia de la naturaleza, del “cambio climático” (Antes se decía, que del capricho de Dios), para que no miremos al verdadero culpable, el capitalismo mismo. Las tragedias recientes en Tabasco, Veracruz y Chiapas, que tanto se achacan al cambio global, tienen su origen, no el el designio cuasi divino de la naturaleza, sino en casos de corrupción, de destrucción del entorno ecológico por parte de las grandes corporaciones. Estas corporaciones, destruyen a las comunidades y su hábitat, para después, cuando ocurre la “tragedia” son los mismos que se ofrecen de “voluntarios” para acudir a “salvar a los damnificados”, haciendo grandes negocios a costa del dolor humano. ¿Quiénes son las grandes beneficiarias de la guerra de Irak, de Nueva Orleans, o de nuestro Tabasco? ¿Cuanto dinero ingresó a Televisa, a Wal Mart, a Chedraui, derivado de la “solidaridad con el pueblo tabasqueño? Como ya he dicho antes, las inundaciones del Grijalva fueron un crimen organizado, porque las comunidades indígenas establecidas sobre su rivera su prescindibles para el gran capital energético. Así que tales acciones de solidaridad empresarial, van acompañadas de militarización de las zonas de ocupación. Y lo mismo sucede con el cambio climático, las grandes corporaciones se alistan para hacer negocios bajo la bandera del ecologismo. A nivel mundial, y derivado del adelgazamiento del Estado, los mismos transfieren recursos a las corporaciones privadas para que sean las mismas las que lucren con las funciones que el Estado abandona. En 1988 eso que se llama neoliberalismo se apropió de la palabra solidaridad y es momento de recuperarla. La solidaridad revolucionaria solo puede darse a partir del reconocimiento de las necesidades del otro, por lo que el otro nos diga. ¿O es que acaso creen que sirvieron los enlatados enviados al Grijalva (si es que alguno llegó), cuando su dieta está basada en el maíz y el pozol?

Es necesario también tener memoria. No sólo de la historia de nuestras resistencias y luchas, sino de quien es el opresor, de quien es el asesino. Esto no significa que se excluya a quien piensa diferente a nosotros, o cuya estrategia o forma de concebir la revolución y el cambio que necesita el país sea diferente. Estamos hablando de no olvidar quien es el que ordenó las represiones en contra de nosotros, de aquellos que diciéndose gobiernos de izquierda actuaron en contra del pueblo, de aquellos que siendo verdugos, siendo torturadores, siendo explotadores latifundistas, siendo represores de movimientos obreros; ahora se dicen de “izquierda” “democráticos” “progresistas”. No podemos anteponer los oportunismos electorales a la sangre de nuestros muertos. ¿Con qué cara podríamos mirar los sepulcros de nuestros muertos y levantarle la mano a aquellos que se dicen de izquierda, y que bien sabemos que son los que han reprimido a nuestros familiares, asesinado a nuestros amigos, torturado a nuestros hijos? ¿Qué harán cuando Carlos Salinas o Ernesto Zedillo se afilien a ese amasijo electoral llamado “frente amplio progresista”? y digo, ellos, porque sus personeros y burocracia ya está allí. Eso no es hacerle el juego a la derecha, eso es reconocer que la derecha también se ha apropiado de la palabra “izquierda”. No en nuestro nombre y no al olvido de nuestros muertos. Sabemos quienes son los asesinos, aunque se cambien de nombre, de partido y de discurso.

Necesitamos deshacernos del miedo. Primero del miedo a la transformación. El sistema nos ofrece infinidad de supuestas razones para no luchar o por lo menos intentar el cambio. Si queremos aspirar a la libertad debemos de vencer primero el miedo, el miedo al otro y el miedo al sistema. Cuando reconocemos al otro, entonces podemos identificar que no se puede jerarquizar prioridades. Ninguna lucha antisistémica es prioritaria, pero estableciendo una red entre tales luchas, podemos empezar a construir un nuevo mundo de vida. Ello implica que la resistencia y la lucha contra al capitalismo neoliberal no puede ser único ni centralizado, no demos hablar de un Frente, sino de diversos entramados de lucha y resistencia, es respetando al otro y aprendiendo del otro como se puede solidarizar la lucha. Construir con el otro, no para el otro ni en contra del otro. Sólo conociéndonos y respetándonos, podremos enriquecer las estrategias y la semblanza del mundo que queremos construir. De allí, que no podemos vernos como vanguardia, como la solución, sino como andantes entre andantes. Ello no implica carecer de objetivos, y como ya dije antes y lo reitero ahora, ese objetivo es la destrucción del sistema de dominación capitalista, así que toda estrategia debe ser radical, no estamos hablando de reformas, de parches, de atoles con el dedo, de cambios para que nada cambie, de esperar para ver si quizá este nos hace justicia. Lo que nosotros queremos don Víctor es el reconocimiento de nuestros derechos y libertades, el reconocimiento de nuestro propio yo, que las etiquetas que nos ponen dejen de ser discriminatorias y colonizadoras.

Vencer el miedo implica también reconocer que estamos en una guerra, guerra a la que a veces llamamos militarización de la seguridad pública, cuando nos parece más visible, o pobreza, desigualdad, ignorancia, cuando no lo es tanto. De allí que un movimiento liberador requiere necesariamente de enfrentar la guerra capitalista, no sólo con movilizaciones, con campañas de alfabetización, con centros de derechos humanos, con protestas públicas, sino también con un ejército del pueblo, ejército que permita resistir militarmente los embates de la dominación. Un ejército que coadyuve a establecer el nuevo mundo al que aspiramos, un ejército que aspire a la paz por las armas. Y ello implica quitarnos del mito de que armarse contra el capitalismo es apología de la violencia, cuando es la violencia capitalista la que mata miles a diario de forma silenciosa y no tanto.

Pero usted dirá don Víctor ¿Y aparte de este diagnóstico y enunciaciones, donde están las propuestas concretas?

Así que resumiré lo dicho anteriormente y anexaré otras experiencias, que no vienen de la Cuba comunista, ni del socialismo europeo, sino de nuestra propia experiencia de resistencia y lucha.

Resumiendo:

  1. Es necesario el reconocimiento del otro a fin de establecer una red de redes que luche contra el sistema.

  2. Es necesario abandonar el reformismo y pasar a la construcción de otro mundo y de otra forma de hacer la política.

  3. Es necesario tener memoria, no olvidar ni nuestras luchas ni a nuestros muertos, pero sobre todo no olvidar quien es el asesino y el opresor.

  4. Es necesario reconocer que no somos una vanguardia ni tenemos la solución única, ni el único camino para hacer las transformaciones.

  5. Es necesario perder el miedo y reconocer la situación de guerra.


Don Victor, quien ya planteo la estrategia de manera abundante de como luchar contra el sistema de dominación fue el gran José María Morelos. Morelos planteó la necesidad de la constitución de un ejército insurgente y organizado, a diferencia de la desorganizada masa que eran las huestes de Hidalgo. También planteó que en las zonas liberadas se constituyeran gobiernos autónomos frente al virreinato, pero no se quedó allí, convocó y organizó un congreso constituyente. Mientras otros insurgentes se planteaban la incorporación a las cortes de Cadiz, el se planteó hacer una nación nueva, con congreso independiente, con leyes emanadas de la lucha revolucionaria. También se planteó la disminución de los poderes ejecutivos, haciéndolos rotatorio y a disposición de la voluntad popular. Con elección popular de funcionarios y con la desaparición de fueros.

Algo similar planteamos nosotros, Juan Castro lo ha definido como la construcción del gobierno federal autónomo. En cada región, sector, o zona donde las organizaciones adherentes y comprometidas con el cambio revolucionario, se comience por la construcción del nuevo gobierno, eligiendo representantes y ejecutores que coordinen dicho gobierno, sin remuneración alguna y sin privilegios, sino como un honor, que es el servir a la patria. Tales zonas autónomas crearán por ende sus propias instancias de gobierno, sus propias escuelas, sus propios medios de comunicación y por supuesto sus propios ejércitos de autodefensa popular.

Dejarán a su vez de pagar impuestos y cualquier tipo de prebenda al sistema. no participarán en las elecciones convocadas por el mismo, sino que realizarán sus propias elecciones populares sin la participación de partidos políticos.

Para ello, también deberán de repropiarse de los bienes que originariamente son de la nación y que actualmente son explotados por las corporaciones capitalistas, recuperar lo que nos han arrebatado.

A partir de nuestras experiencias de lucha y resistencia, cada organización e individuo propondrá su propuesta para la conformación del nuevo país, y se creará un nuevo congreso constituyente que recoja lo que ya haya debatido cada pueblo.

Ese modelo ya existe con variantes y diferentes entre las comunidades zapatistas, oaxaqueñas, o en San Salvador Atenco. Repito, no es que esta sea la única solución, pero para quien como yo a llegado a estas conclusiones, es porque ya hemos pasado por las amargas experiencias de los partidos de izquierda, por los nulos resultados de la resistencia pacífica, de las movilizaciones legitimadoras de los poderes fácticos y del uso de nuestro dolor para fines electorales.

Que lo que distinga a cada mexicano, como dijera Morelos, sea el fruto de su trabajo honesto, sin opresión y sin privilegios.

No hay comentarios.:

GUARDIA NACIONAL: CONSOLIDANDO LA MILITARIZACIÓN REGIONAL

GUARDIA NACIONAL: CONSOLIDANDO LA MILITARIZACIÓN REGIONAL En 1997, siendo el primer jefe de gobierno electo del entonces Distrito Fede...