jueves, 24 de marzo de 2011

Albedrío, Mesianismo y Humanidad

1. La idea de libre albedrío, tal y como la conocemos, (en el sentido de elección entre opciones propias generalmente  del ámbito ético) es una idea desarrollada por Kant y propia de la ilustración y la segunda ola de movimientos reformistas del siglo XVII . La idea predominante hasta antes de ellos es la doctrina agustiniana de la soberanía de Dios, que básicamente expresaba que el hombre no es libre en el accionar de sus actos y que por el contrario está predestinado a vivir x o y circunstancia; siendo incluso el pecado parte de dicha soberanía, jugando así un papel en la obra maestra de Dios. 

Las corrientes mecanicistas y evolucionistas adoptarían este modelo para aplicarlo, no ya a Dios, sino a la "Naturaleza" y el Universo". Incluso, la parte estructuralista del marxismo la adjudicaría el mismo papel a la Historia. Una parte de la dialéctica hegelaiana se basa en esta misma idea. 

En realidad, casi todo tipo de totalitarismo abreva de la filosofía agustiniana, la cual Juan Calvino llegaría a radicalizar aun más. (Sobre todo en la experiencia de Ginebra).

En cambio, los reformistas del siglo XVII, principalmente de corte neoarrianista y semipelagiano, como lo fue Jacobo Arminio ( y más adelante el metodismo y algunos movimientos del avivamiento religioso del siglo XIX en los Estados Unidos), plantearon una soberanía limitada de Dios. Dios no podía ser del todo omnipotente, ya que las cosas mismas y el hombre eran entidades independientes de Dios. De no ser así, Dios sería el culpable de todos los males del mundo; pero puesto que había maldad, esta era únicamente responsabilidad de las elecciones erróneas de los hombres, por lo tanto, la libertad de elección era una característica propia de la humanidad.

Estas corrientes reformistas alemanas, de las que abrevaría Kant y los movimientos de Ilustración, les llevarían a la conclusión que la soberanía no emana de Dios, ni está depositada en los gobernantes, sino en el individuo. De aquí surge la idea de la "soberanía dimana del pueblo" la cual confía o asigna al estado que ha creado de forma consensuada para el beneficio colectivo (Rousseau). La filosofía del libre albedrío, que como bien señala Max Weber es la raíz fundamental del espíritu capitalista, es la base de las ideas liberacionistas propias del capitalismo occidental clásico. Kant resumiría estas ideas y en el siglo XIX vivirían su apogeo.

Hacia finales del siglo XIX el liberalismo sería paulatinamente abandonado por la misma dinámica capitalista y atacado tanto por los socialistas (en donde los intereses colectivos son más importantes que las libertades y deseos de elección individuales), señalando que el individualismo y las tesis de libre elección eran la base de la dominación capitalista (las críticas socialistas van dirigidas a las ideas de elecciones democráticas, libre empresa, libre contratación, libre mercado, libertad religiosa). 

Por su parte el capitalismo, ya consolidado, y teniendo enfrente al campo socialista, también desecha las ideas liberales para enfocarse en proyectos totalitarios que le llevarán a experimentos y prácticas fascistas. Es cuando se fortalecen las ideas evolucionistas, ya no en el sentido triunfalista del socialismo (el socialismo lo veía como el sendero a la creación del superhombre universal) sino como tecnologías de control. 

Es en este ambiente que surge la psicología, no ya como el "estudio de la mente" (una concepción ambigua y metafísica) sino como control de las conductas (condicionamiento operante). La pedagogía (como control y dirección sistemática del aprendizaje y las técnicas y no como el medio para formar valores en el ser humano) y las tecnologías de encierro y prisión (hospitales, cárceles, escuelas, campos de concentración, centros psiquiátricos).

Las consecuencias de tales desarrollos nos han llevado a la experiencia del "socialismo real" y el fascismo imperante en la actualidad (cuyo objetivo final es borrar cualquier rastro de "libertades").

Es paradójico que algunos se consideren así mismos como librepensadores, pero no asuman críticamente la filosofía evolucionista ni el origen del conductismo, cuando son totalmente opuestas a cualquier idea de libertad. No se puede ser librepensador ni evolucionista al mismo tiempo, dado que si se evoluciona y todos nuestros actos están condicionados por agentes externos y las formas en las que interactuamos con ellos, luego entonces, nuestros pensamientos no son libres, sino que son el resultado del conjunto de reglas lingüísticas aprendidas por el organismo y toda lingüística es limitante, porque no podemos pensar aquello que no está dentro de los códigos y estructuras del lenguaje. En su visión radical, el ser humano no existe, lo que existen son entidades operativas con un lenguaje de programación altamente especializado, lo único que existiría sería el sistema.

Por supuesto, existen teóricos que no excluyen la idea de libre albedrío, y que abogan por una recuperación positiva del proyecto de la modernidad, del sujeto y de la razón; como contraposición al proyecto homogeneizante en boga actualmente (Eso que llamamos globalización). Un ejemplo paradigmático es Habermas.

Todo movimiento antisistémico y antiglobalización parte de las premisas que el sujeto puede elegir y puede cambiar la naturaleza del sistema en el cual se encuentra y desde luego, que esta elección es libre (o en su defecto resistiva). aunque a veces el límite de esa libertad resistiva sea la muerte como opción consciente.

2. El mesianismo judío, cuyo ejemplo más notable fue Jesús de Nazaret muy poco impacto ha tenido en la conformación final de occidente. El mesianismo, como movimiento resistivo, tenía su eje motivacional, no en la figura de un hombre, sino en el templo y sus prácticas. El mesías (ungido) era el enlace entre el cielo y la tierra y a través de los ritos que practicaba podía mantener el equilibrio cósmico, el buen término de las siembras y el buen jucio entre el pueblo. También era la representación humana del segundo Dios de Israel, una suerte de ángel, que no tenía otra función que hacer cumplir las leyes que mantuvieran el orden de lo existente. Si no lograba este objetivo, podía ser destituido o sacrificado (al igual que el faraón, puesto que el el mesianismo tiene raíces profundas en la tradición egipcia) a fin de que el orden fuera restablecido. El mesías era pues un príncipe de los pastores, lo que diríamos actualmente el "buen gobernante" la figura paternal que se encarga de proteger a su pueblo.

Con su adopción por parte del helenismo, esta figura va a ser asimilada junto con la teodicia  y la apoteosis griega y romana, hasta convertirse en la base del sistema medieval. Por lo que el cristianismo, como mesianismo dejará de existir a más tardar hacia el año 200 difuminándose con la aparición de los anacoretas, los gnósticos y surgiendo así algo que nada tuvo que ver con el mesías galileo, el cristianismo de base romana.

Pero el mesianismo no surge con una idea evolucionista que considere que el hombre progresará y se convertirá cada vez en mejor persona hasta lograr la perfección (esa es una idea moderna), sino que el hombre es un ser depravado y que tiende constantemente a llevar al mundo al caos, y a menos que aparezca un mesías que restaure el orden y venza al caos el hombre será más depravado, malévolo y destructivo. y para el mesianismo judío, las cosas no son progresivas, son cíclicas.

3. Es interesante el que se resalte el "deterioro" de las organizaciones religiosas y se destaquen sus figuras oprobiosas. La gente requiere siempre de un muro de los odios donde centrar sus corajes y críticas. No soy negacionista de las atrocidades perpetradas en esta u otras órdenes religiosas, pero el punto no es ese, o no debiera serlo. La implementación del actual modelo sistémico ha sido a base de grandes y masivas atrocidades. No hay más pedarastia en las iglesias que en las escuelas u otras instituciones que atiendan niños.

La lectura de la historia de la psiquiatría podría ser más ilustrativa sobre las atrocidades cometidas en nombre del progreso de la humanidad, las cuáles, muchas veces, hacen palidecer a la misma Inquisición.

El problema radica en la idea de que el hombre pudiera tener algo intrínseco de bondad o amor por sus semejantes, o de que puede progresar en esa dirección. Pero en muchos estadíos sociales, el hombre sigue siendo un canibal y un sacrificador de mujeres y niños; sólo que ha sublimado o resignificado tales prácticas en forma de instituciones y símbolos que disfrazan tales tendencias o las transmutan.

El hombre actual, es un hombre-lobo, a la menor provocación es capaz de las más crueles atrocidades, para luego olvidarlas por las mañanas y culpar al destino, la naturaleza o a sus dioses. 

Así que lo peor o lo mejor no procede de la religiosidad del hombre, sólo que hemos escogido (desde la modernidad) a la iglesia y las prácticas religiosas como nuestro muro de odios, como oposición a la racionalidad y la bondad que supuestamente esperaríamos en esta era de "Progreso", con la crisis de la modernidad ahora podemos mirar a las entrañas de sus instituciones y del estado mismo y ver que la bestia aun no ha sido domesticada.

Así que la cuestión no es la dicotomía entre creyente y no creyentes, sino en: ¿puede ser el hombre libre? ¿Cómo se construye una sociedad que sea altamente participativa e incluyente y a la vez posea mecanismos que controlen o eviten las atrocidades del pasado reciente? Una sociedad cuya rendición de cuentas sea aquí y ahora y no en el arcano milenario.
Aunque dadas las condiciones sistémicas imperantes y su alto grado de complejidad quizá debamos abandonar las concepciones de libertad, por un dispositivo que permita explicar de forma más adecuada las interacciones de los sujetos al interior del sistema, el cual sería la voluntad de poder. Lo único que tendríamos sería el poder. ¿Cuanto poder puedo ejercer? Ese sería el límite de mi movilidad.

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