viernes, 26 de septiembre de 2008

Pensar la acción

Pensar la acción

El problema de las acciones peticionistas

Muchas de las acciones de resistencia se centran en medidas petitorias, en exigencias a los poderes hegemónicos, con el propósito de que los mismos cedan en las demandas, cambien su curso de acción, se desistan de sus medidas o realicen acciones de buena voluntad. Tales acciones, no sólo son ingenuas, sino, por lo general son funcionales al sistema. Primeramente, porque le otorgan un estatus de legitimidad. Cuando el movimiento lopezobradorista le exige a Calderón que se retrotraiga de privatizar la industria petrolera, en el fondo, le reconoce el status de gobierno. En segundo lugar, porque le conceden al sistema un reconocimiento tácito de perfectibilidad, la gente movilizada en torno a una petición considera que el Estado tiene errores, pero que puede cambiar y ceder en sus demandas. En tercer lugar, que los derechos son negociables. Algunos movimientos realizan peticiones en torno a derechos que le son propios por su condición humana o ciudadana y que no deberían exigir, sino ejercer y gastar sus esfuerzos no en la demanda, sino en la defensa de su ejercicio.
Un poder absoluto se defenderá absolutamente, si este llega a conceder algo, es porque la resistencia social es lo suficientemente organizada, pero sólo cederá en nimiedades, en aquellas cosas que no afecten su real operar y en puntos que permitan cooptar las dirigencias de los movimientos.
Para ello, los poderes hegemónicos presentarán cualquier forma de resistencia como anómica, como antisocial, como peligrosa para la estabilidad y el desarrollo; y como condenada al fracaso.
Si reconocemos la necesidad de un cambio, nos daremos cuenta que éste sólo puede tener el carácter de radical, luego entonces, debemos identificar quien se opone a tal cambio: Es muy visible que el gobierno, pero no sólo él, sino las cúpulas empresariales, los millonarios,los partidos políticos, el alto clero, los grandes medios de comunicación y los intelectuales funcionales al sistema, entre otros. Si reconocemos esto, y los definimos como depositarios de poder, de un poder que se contrapone a nuestros intereses, sabremos entonces que no son socios, sino enemigos. No importa si se dicen de derechas, de izquierda o de centros, todo tipo de autoridad emanada de ellos responde a los intereses de las grandes corporaciones, de la lógica del mercado. Al responder a los intereses del mercado, no podemos pensar que se refieran al uso o disfrute real de los derechos ciudadanos. La libertad de expresión, es la libertad de los corporativos mediáticos, la libertad de elección es la libertad de los partidos políticos, la libertad de trabajo es la libertad de explotación de las grandes empresas, el derecho a la justicia es una mercancía inaccesible a los pobres. Así que cualquier reclamo a los poderes hegemónicos por hacer valer un derecho es un absurdo, porque el único derecho que pueden otorgar es el de incorporarlos a la lógica mercantil.
Estos mismos poderes son capaces de incorporar resistencias, resistencias que sean funcionales para su reproducción, que permitan dar apariencia de “democracia” de “participación”, de “normalidad”. Muchos de los críticos antisistémicos de la prensa escrita y audivisual lo pueden ser, mientras se circunscriban a la funcionalidad y reproducción del mismo. Así que, aun y reconociendo que sus críticas pudieran ser interesantes, no dejan de ser limitadas, porque finalmente responden a una política editorial. Cuando alguno de ellos se sale de dicha lógica, las consecuencias pueden ser funestas. Un crítico, por sí solo, no hace daño al sistema, sólo le puede hacer daño al sistema el que plantea y ejecuta acciones dirigidas a un cambio radical, pero además sólo si las mismas son eficientes y no un catálogo de buenas intenciones, porque toda acción bienintencionada sin una metareflexión y sin una crítica radical al sistema, es una intención frustrada. Un ejemplo preclaro, lo tenemos en los intelectuales que se dicen defensores de indígenas, que se arrojan el carácter de mediadores de “conocedores de la experiencia y problemática de indígena” que con su intermediación terminan nulificando tales experiencias y problemáticas.

Reconociendo al enemigo
Quienes se oponen a una transformación radical, o son ingenuos o son enemigos, y en este último caso lo son porque sus intereses son contrarios e irreconciliables con los nuestros, si uno de los dos logra sus objetivos y logra imponer sus intereses, entonces el otro no los logra, y aquí no hay puntos medios. Esta no es una posición visceral, son nuestros enemigos, no por gusto o por odio, sino porque el sistema de dominación capitalista está basado en la explotación, en la prosperidad de un grupo en detrimento de otro. Algunos pueden pensar que es una posición radical, extremista, rencorosa, el considerar al sistema como enemigo, quizá lleguen a pensar que existen errores de gestión o de gobierno, hechos aislados, pero no para utilizar el calificativo de enemigo; pero si revisamos algunos hechos recientes de las acciones de gobierno, podremos identificar que dichas acciones sólo las podría realizar un enemigo, de manera sistemática, reiterada y dolosa, y que las mismas no son acciones aisladas, ni por error. ¿Nos pueden parecer acciones aisladas o “errores tácticos o de gestión” las matanza de Aguas Blancas, las de Acteal, las del Bosque, la represión a Atenco, la Represión a Oaxaca, El Fobaproa, la socialización de deudas privadas, el deterioro del poder adquisitivo, el incremento de la pobreza extrema, el deterioro y abandono del campo, los fraudes electorales. ¿Eso lo hace un amigo o un enemigo? No podemos ser tan ingenuos, como para pensar que los gobiernos hacen esto por ineptos. Ha sido un gravísimo error menospreciar las acciones de tales gobiernos al considerarlas equívocas, deficientes. ¿Tiene sentido pedirle a un enemigo que nos beneficie? Uno de los errores del EZLN fue precisamente el caer en dicha irracionalidad. No se puede pensar que un enemigo sólo por nuestro voluntarismo y nuestras palabras altisonantes o nuestras creativas marchas va a trabajar a nuestro favor. Ellos sólo cederán cuando existe una presión fuerte, y sólo en pequeñas cosas, sin una fuerza que les obligue ellos no cederán. Recordemos: ¿Cuantas movilizaciones y protestas hubo en contra del Tratado de Libre Comercio? ¿Cuantas más contra el Fobaproa? ¿Cuantas movilizaciones en defensa de los derechos indígenas? ¿Cuantas más en contra del último fraude electoral? ¿Cuantas por que se fuera Ulises Ruiz? ¿Y? Aun y cuando, por ejemplo el gobierno llega a firmar acuerdos, estos no son garantía de que los cumpla. Cuando el gobierno firmó los Acuerdos de San Andrés Larrainzar con el EZLN, ¿Cumplió acaso su palabra? ¿Hizo válido lo firmado? Cuando el gobierno establece mesas de negociación y busca generar “acuerdos” su único propósito es conocer a su adversario, identificar a los líderes que pueden ser cooptados, y si no es posible hacerlo, le habrá permitido conocer las estrategias del demandante y de ser posible nulificar sus acciones, separarlos de su base social o en casos de mayor organización, cercarlos militar y policiacamente y reprimirlos de manera efectiva, controlando para ese entonces la opinión pública y enviando un mensaje de advertencia a otras organizaciones que intenten la misma estrategia. Para cuando el EZLN reconoció que los acuerdos de San Andrés eran una maniobra, el ejército federal tenía ya controlada la zona de conflicto, tenía sitiadas a las comunidades base de apoyo y nulificado cualquier capacidad militar futura de los insurgentes. Resumiendo, las exigencias a un enemigo sólo son válidas, si tenemos el suficiente poder para respaldarlas, lo que nos lleva a concluir, a un enemigo no se le exige, se le derrota.

La construcción de contrapoderes

Una de las estrategias usadas por la resistencia ha sido el recurrir a las armas. La experiencia reciente de los grupos armados en México nos indica que el tratar de implementar una organización político militar, no sólo es complejo, sino asimétrico. La capacidad militar de cualquier guerrilla es insuficiente para derrocar al gobierno y los grupos hegemónicos. El uso de las armas no es una garantía de cambio. Cuando una organización político militar trata de instaurar su programa de acción, supedita los valores civiles y ciudadanos a los militares, por lo tanto, como lo reconociera el subcomandante Marcos, no hay nada más antidemocrático que una organización militar tratando de hacer transformaciones. De ahí, que el uso de las armas deben de estar supeditadas a una organización civil y dadas las condiciones actuales, sólo como estrategia de autodefensa. Así que antes de la construcción de un ejército, una guerrilla, es necesario la construcción de contrapoderes. Esta posición debe ser radical, abandonar las posiciones gradualistas, que pueden ser importantes, pero nunca definitivas. Ello implica reconocer que el cambio sólo puede venir de nosotros mismos, no de una vanguardia, de un líder carismático, de un mesías, sólo de nosotros mismos. Implica entender que existe un enemigo y que se opondrá a cualquier cambio, por todos los medios y por todas las formas, y, que sólo la organización popular puede crear un poder social capaz de derrotar al enemigo. Debemos pasar de elaborar listados de agravios, de buenas intenciones, de exigencias, de consignas, no porque no sean ciertos, no sean correctos, sino porque su alcance es limitado. Lo que se requiere es la organización de grupos autogestivos que sean capaces de identificar las problemáticas a transformar y que tomen conciencia de su propia capacidad tanto de resistir como de organizar. Ello implica que no será una sóla organización la que logre la transformación, sino una red de organizaciones. Ello también significa que tales organizaciones no pueden abarcar todas las temáticas, ni enfrentar todos los problemas, ni tener todas las respuestas, ni todas las estrategias, pero que al aliarse en redes su capacidad de resistencia aumenta y a podrán ser capaces de construir un gobierno y un sistema alterno que sí sea capaz de oponerse al actual. Es decir, dada la complejidad de las relaciones sociales y de dominación, son las pequeñas organizaciones que conocen de una problemática específica, las que integradas de forma progresiva, pueden plantearse las transformaciones, con acciones que una multitud no puede realizar. Es pensando en micropoderes y no en macroacciones, ya que estas, son más fácil de ser nulificadas, porque son espontáneas, de corto alcance, es más fácil reprimir a una multitud que a un pequeño grupo organizado. Las pequeñas organizaciones tienen su propia agenda, pueden crear sus propias actividades y al ser especializadas pueden plantear estrategias transformativas más concretas. Se trata de se planteen una situación a transformar y no sólo quedarse en la protesta contra el sistema. Al poder enlazarse a través de redes se abandona el caudillismo y el autoritarismo, pasando a la dirección lineal. Al ser pequeñas organizaciones, se olvida también el protagonismo, se trabaja en microacciones, de forma continua, paciente, sabiendo de antemano que la transformación esperada es una acción a largo plazo. Son acciones modestas pero constantes. Se puede llegar a pensar que tal forma de organización y de lucha llevará mucho tiempo, y tienen razón quienes así piensan, pero debemos recordar que al sistema actual de dominación le ha llevado muchísimo tiempo construir su hegemonía. Así que cualquier movimiento que plantee de entrada la unidad nacional y una transformación a corto plazo, está equivocado, incluyendo aquellos que plantean sólo la acción violenta como vía rápida de transformación. El uso de la fuerza armada sólo debe aceptarse cuando es absolutamente necesaria ¿Y cuando es necesaria? Cuando es la única salida para garantizar nuestra propia supervivencia. Pero debemos tener cuidado de quienes plantean la guerrilla como primera opción. El sistema de dominación además de la represión, utiliza la negociación o la cooptación, pues sabe que es más rentable corromper que asesinar, pero si estas estrategias no funcionan, suele utilizar la misma estrategia de la guerrilla para eliminar al grupo o a los individuos en resistencia. El gobierno, desde la década de los setenta ha identificado a fuertes individuos o grupos de resistencia y los ha animado a convertirse en guerrilla, los entrena, los arma, los pone en lugares geográficos poco accesibles y después los asesina, acabando antes con su prestigio. De manera menos violenta ocurre con las organizaciones civiles con reivindicaciones específicas, se les incorpora a los partidos políticos o a la burocracia. Tal es el caso de por poner un ejemplo, algunos líderes del movimiento universario de 1999-2000, o los líderes de “izquierda” del PRD. El sistema político de partidos nació como una forma de coacción de grupos de resistencia. Las cúpulas del PRD son colaboracionistas del sistema, por ello votar por esa u otra “izquierda” es validar el sistema de dominación.
Debemos abandonar también la cultura opresor-oprimido, amo-siervo. Si bien existen líderes sociales, su propio carisma, o su voluntarismo no son capaces de oponerse por sí solos al poder hegemónico, se requiere de una sociedad civil organizada como contrapoder. El sistema no se va a rendir sólo porque se lo pidamos. Por eso, es necesario no plantearse como derrocar al gobierno, sino comenzar a construir un gobierno paralelo, no se trata de demandar que se cumpla la constitución, sino elaborar una nueva constitución, no se trata de solicitar al congreso elaborar leyes más justas, sino hacer nuestras propias legislaciones; no se trata de demandar justicia, sino de crear nuestros propios sistemas de justicia; no se trata de pedir mayor seguridad, sino crear nuestros propios sistemas de seguridad y defensa. En resumen, construir autonomías a partir de redes de organizaciones sociales, cuya movilidad será más efectiva que las organizaciones de masas, con acciones concretas y con un conocimiento más directo de las problemáticas. ¿Quienes pueden conocer mejor la problemática indígena y sus soluciones sino los mismos indígenas? ¿Quienes pueden conocer mejor las necesidades y problemáticas de las mujeres, sino ellas mismas? Y lo mismo aplica con otros grupos y sectores sociales. Por ende ningún grupo puede ponerse como vanguardia, ni todas las soluciones aplican a todos, ni todas las estrategias son las mismas para cada organización, ni cada experiencia y trayectoria es la misma; pero al constituirse en redes de contrapoder, podrán golpear a un nodo de la misma, pero nunca a toda la red, cada nodo tendrá mayor movilidad que cualquier movimiento macro y podrá cambiar de identidad conforme sea necesario.

Vencer el miedo

Pero para pasar a ello se requiere de vencer el primer obstáculo: El miedo. Con miedo, cualquier forma de organización está condenada al fracaso, sin miedo, la capacidad de organización se exponencia. Quien no teme se organiza y puede reflexionar su realidad, quien teme, se sujeta a la esperanza de las migajas del sistema. El miedo desvirtua nuestra percepción e incluso nos hace actuar en contra de nuestros propios intereses. Toda estrategia de dominación inicia por infundir miedo, el origen del terrorismo está es el Estado burgués. Las represiones están dirigidas no tanto a aniquilar físicamente, sino como a instaurar el miedo, el sentimiento de fracaso y de delación. Sabe que la gente puede llegar a temer por su familia, por sus amigos, por su pareja y por supuesto por la vida misma. Sí, es el temor el que inmoviliza y el que hace aceptar cualquier migaja de solución y cualquier ilusión. Pero si se es capaz de identificar los mecanismos del miedo, entonces la organización está asegurada, el miedo es individual, la fuerza es colectiva. Cuando los vetnamitas vencieron el miedo y pensaron en la colectividad, entonces aseguraron la victoria, aun a costa del alto número de muertes, podrán matar los cuerpos, pero no las ideas, podrán matar a uno o varios individuos, pero no a las organizaciones sólidas. Esa es la lección de Atenco y de la APPO, su éxito radica en que lograron vencer el miedo, y venciendo el miedo, cualquier lucha libertaria es invencible.

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