martes, 2 de octubre de 2007

EL OLVIDO COMO PROYECTO DEL LOPEZOBRADORISMO


La izquierda ilustrada que conforma la elite del grupo lopezobradorista, utiliza como herramienta favorita de propaganda el olvido. Centralizada en fortalecer la imagen del caudillo, como suerte de redentro purificador y en desmarcarse simbolicamente, y digo sólo simbolicamente del proyecto yunquista cuyo guiñol da presentaciones en los Pinos, retiene, sin embargo, en los aspectos esenciales de su proyecto económico, una continuidad con el neoliberalismo en la versión británica de Anthony Giddens. Frente a la “Ultraderecha” golpista y la “Ultraizquierda” renegada, se presentan como una tercera y “real” opción, como el punto medio entre el socialismo a la antigua y la filosofía del libre mercado, como un llamado a reestructurar las doctrinas de la socialdemocracia para que responda a la “doble revolución” de la globalización y de la economía del conocimiento. No obstante, esta “tercera vía” de quien el lopezobradorismo es representante nacional,en los hechos, ha sido una rendición a los intereses del mercado, una convalidación con sello de “izquierda dialogante” y moderna” de la expansión imperial y una estructura inmovilizante de las resistencias sociales.

Resaltar el carácter legitimador del sistema de dominación y colonización del mundo de vida, que representa el movimiento de Andrés Manuel López Obrador, es lo que ha hecho la otra Otra Campaña; hecho que ha incomodado e irritado al lopezobradorismo. Pero no podría ser de otra manera, en tanto que el lopezobradorismo basa su estrategia para atraer aliados en el olvido, la Otra Campaña resalta la memoria.

El lopezobradorismo nos llama al olvido. Basado en una teología de la elección y la redención irresistible, quizá propia de la formación presbiteriana de Andrés Manuel; traspola dichas aseveraciones teológicas, a su propio accionar. En el primer caso, dicha doctrina de la elección predestinada se traduce, “hagas lo que hagas serás salvo” es decir, no importa tu pasado, tu origen político, si te unes al movimiento de “salvación nacional” (que usa frecuentemente Obrador”) tus errores serán limpiados y serás contado como uno de los redimidos y dignos de transformar la nación. Esa idea redentora se traspola en la legimación práctica de los otrora enemigos de la izquierda y de los indígenas, ahora conversos del salvacionismo nacional. De allí, el no querer reconocer los errores propios, ni las críticas al pasado del círculo cercano que le rodea. Así se nos pide olvidar el pasado de los cuadros del primer círculo lopezobradoristas, pasado priísta-panista, pasado represor, pasado corrupto, pasado salinista y pasado antiindígena. Pedir a los zapatistas que apoyen y legitimen al movimiento que encabeza Andrés Manuel, es como pedirle al hijo que apoye al asesino de su padre, porque ahora se ha hecho “bueno” y quiere ayudar al pueblo. Es pedirle al cordero que quiera al lobo, sólo porque el lobo dice que ya es vegetariano, pero bien sabemos, que los lobos jamás serán vegetarianos.

El lopezobradorismo es atractivo a las clases medias ilustradas y liberales porque no representa un conflicto de identidad, sino un mecanismo que les permite gozar de su posición actual, y sus comodidades y dar cauce a su liberalismo. Pero es a la vez, una visión univoca de la realidad, priva en ellos el discurso de identidad nacional como mestizaje y tradiciones mestizas, como visión de la participación democrática, las urnas y el sistema electoral y de representación gubernamental; al que aspiran a reformar, refundar, pero no ha abandonar.

Por su parte, el zapatismo y la otra Campaña, tienen otras raíces. Vienen de los movimientos sociales indígenas y de resistencia social; y tienen como trasfondo la teología de la liberación y las tradiciones indígenas. La teología de la liberación es movilizante, es recuperadora de la memoria como forma de resistencia. Los indígenas conciben a la democracia de una forma diferente. El “mandar obedeciendo” “Y un mundo donde quepan muchos mundos” es transversal, diversa, polimorfa y radicamente antielectoral. No conciben a la democracia como el tomar partido por una opción, sino como la construcción del gobierno a partir de la diversidad. La memoria conduce a la identidad y por ello sirve como estrategia contra el capitalismo galopante, contra la dominación. No olvidar al enemigo, permite seguir reconociéndolo aunque cambie de ropajes.

Esto es lo que irrita a los lopezobradoristas, la resistencia a olvidar por parte de los zapatistas.

Los zapatistas intentaron nuevamente enlazar sus demandas con las demandas de los grupos marginados, sacrificando su propio proyecto (el reconocimiento de los pueblos originarios y la lucha indígena) por crear una red de resistencia transformativa, a manera de cerco frente al sistema. Desafortunadamente, las clases medias apostaron por la falsa seguridad que ofrece el lopezobradorismo, esa seguridad inmovilizante, esa seguridad de “sentirse de izquierda” y de ser “antipanista y antipriísta” sin mayor compromiso con los desposeídos, los marginados y olvidados.

Lo que parece irritar actualmente a los zapatistas y que los lopezobradoristas llaman el denostar de Marcos, es que el olvido de los segundos está en camino de convertirse en tragedia. El silencio y la represión reactivada en manos de los “redimidos lopezobradoristas ” que son ahora gobierno, y convalidado por el mismo Andrés Manuel en su recién gira por Chiapas, significará un derramamiento de sangre de las comunidades autónomas, pero además permitirá al golpista gobierno de Calderón lavarse la mano derecha y dejar a la izquierda sucia de sangre; para finalmente lanzar esta operación militar, que ya ha iniciado, en gran escala y reprimir de una vez por todas el movimiento de liberación indígena, que para los lopezobradoristas es molesto, arcaico y un estorbo para sus propios planes.

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