lunes, 19 de abril de 2010

La derrota de los movimientos sociales

Los movimientos sociales en México tuvieron su climax mediático en dos mil seis, para después fenecer en el autosacrificio resistivo. Me refiero tanto a los  movimientos en su vertiente electoral como  en su vertiente protestataria contra las políticas gubernamentales. En el primer caso, porque los movimientos electorales han sido incapaces de transformar las funciones y el modo de operar del aparato político; en tanto que los segundos sólo han sido capaces de establecer demandas, pero no formas eficientes de alternativas antisistémicas; por lo que terminan constituyéndose en irritaciones susceptibles de ser tematizadas por el sistema, a la vez que excluye a sus proponentes.
El estado actual de los movimientos sociales nos ofrece la visión de un campo desolado, de dientes de león dispersos por el viento, como el sonido de hojas susurrantes que crujen bajo la bota militar.
Algunos líderes de los movimientos antisistémicos miran como opción la gestoría de dádivas y pequeñas prebendas como consolación en medio de la derrota. Otros, intentan insertar sus movimientos en las nuevas estructuras propagantistico-electorales. Otras más vuelven a su viejo manual marxista en busca de una nueva revelación teleológica y hermenéutica que explique el acontecer actual.
Lejos de incrementarse, tales movimientos viven en la incertidumbre de su permanencia futura, la apelación al fantasma de la sociedad civil, a quien idealizaron y le otorgaron metapoderes casi divinos de transformación social, cual nuevo dios redentor, el cual se ha desmoronado ante la indiferencia y la protesta de escritorio. La sociedad civil ha resultado la principal trampa semántica, que ha permitido tanto detonar el desencanto, como el realizar una tremendo inversión de esfuerzos y desgastes al convocar y tratar de movilizar algo que no existe, o que dada su polisemia, no puede servir como punto de partida para una teoría y una praxis, ya no de un proyecto   de liberación, sino de resistencia.
En tanto, el sistema se ha abocado a recuperar el discurso resistivo y adaptarlo a su lenguaje de reproducción; dando lugar a espectáculos oximorónicos como el de autoridades civiles realizando marchas y protestas a favor de mayores condiciones de seguridad pública.
La absorción de tales discursos resistivos se encuentra ahora en fase de mercantilización de los mismos.
De esta forma, el sistema ha adoptado el lenguaje de la resistencia, utilizando el mismo señuelo del discurso de la sociedad civil, para realizar campañas que fortalezcan la visión y las estructuras de control. Así, se habla de "Consejos Ciudadanos", de "Participación Social" de "Empresas Socialmente responsables" de "Organizaciones Civiles"; confundiendo y dividiendo a los seguidores de movimientos sociales;  y, permitiendo con ello, identificar a grupos más radicales a fin de aplicar con ellos políticas de control más directas. El mayor ejemplo de la utilización de dicha estrategia es la plena inclusión del Partido de la Revolución Democrática en le discurso de la "Nueva Izquierda"  o "izquierda civilizada".
Otras formas de aniquilamiento de los movimientos sociales es el de despolizarlos, presentando sus temáticas como fenómenos aislados de otros procesos y prácticas sociales. De esta forma, tópicos tales como las demandas de "seguridad" de "mejores empleos" o de "mejoras sociales"  se presentan obviando las contradicciones y genealogías históricas y dialécticas que les han dado lugar.
El sistema, también ha optado por una mayor centralización de la toma de decisiones, reduciendo sensiblemente o definitivamente desapareciendo cualquier otro espacio de discusión y de accionar político que no sea sistémico. Para ello, han terminado de cooptar a la mayoría de los movimientos de resistencia electoral dentro del engranaje de validación práctica del fraude continuo; en tanto que al mismo tiempo otros movimientos sociales, ante la imposibilidad de racionalizar o seguir resistiendo el avance de las élites, han preferido como única modalidad de resistencia el aislamiento, lo que los hace en la práctica, un problema menos.
Considero, que tales fracasos se deben a  la falta de una pedagogía de la ciudadanía. En lugar, de esperar que el fantasma de la sociedad civil emerja, es necesario tener un programa revolucionario que se construya desde el devenir de las necesidades propias de los sujetos y no desde la visión redentora de paraísos por venir. en estrategias que se dirijan a soluciones de problemas inmediatos y a la construcción de formas de organización más simples y más móviles, conscientes de que la sociedad civil no tiene los poderes y capacidades que se le han depositado; y que, lo que es más, no existe, por lo que no se puede usar como categoría organizativa, ni mucho menos, revolucionaria.

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