Campo mexicano: Guerra de exterminio indígena

A unas horas de que el instrumento de guerra llamado TLCAN dispare sus misiles sobre el ya de por sí devastado mexicano, podemos ver ya, la estela que ha dejado esta guerra de exterminio.
Con las reformas constitucionales a los artículos relacionados con la tenencia de la tierra, inició esta prolongada guerra contra las comunidades indígenas, que son las que mayormente se dedican a las actividades agrícolas. Hoy nos encontramos con un campo fragmentado, árido, abandonado o en aras de ser ocupado por los grandes terratenientes y las transnacionales.
El maíz ha pasado a ser un controlado por las corporaciones y el próximo año, las mismas darán paso a una sustitución consolodidada por transgénicos. El maíz se ha convertido en parte de no sólo de una batalla alimentaria, sino cultural y energética.
Destruir la cultura del maíz, es destruir la cultura de los pueblos originarios de México, primer paso para el control geoestratégico del país. De allí que el fenómeno de la migración, debe verse de la misma manera que se aborda los estudios sobre el desplazamiento de comunidades y naciones como la palestina. Son las corporaciones las que tomarán el control de los territorios despoblados, llevando con ello a nuevos grupos culturales y étnicos, a los que enfrentarán con los pobladores originarios que aun queden.
De ahí, que cualquier defensa contra el neoliberalismo, debe pasar necesariamente por la defensa del campo y la cultura del maíz.
A su vez, esta guerra va dirigida a implantar el uso de patentes en los productos agrícolas, aprovechándose no sólo de las variaciones logradas a través de los siglos por las comunidades, sino despojándolas de sus aportaciones tecnológicas e imponiendo que producir y que comer.
Finalmente, anuncian la criminalización del campesino, dado que desde ya le ofrecen que emplee sus conocimientos en la siembra de estupefacientes, cuyas ganancias se reparten en las cúpulas del poder y cuyas penas se reparten entre el campesino y el distribuidor primario.
De tal forma, que sólo los movimientos en defensa de la tierra son los que marcarán la vanguardia de las acciones de resistencia contra el neoliberalismo, y de allí, también, que desde ya, se les criminalice, se les linche y se les trate tan salvajemente, como en el caso de los campesinos de Atenco, los Caracoles y las comunidades indígenas y agrícolas afines a la APPO.